Un Dios que es siempre más

Iniciación a la espiritualidad apofática cristiana.

Al final, el aventurero que merodea sin descanso por las proximidades del Misterio de los misterios exclama, lleno de asombro: «Verdaderamente tú eres un Dios escondido» (Is 45, 15).

Pero a esta constatación solo llega cuando se ha purificado de las propias seguridades, de las viejas convicciones y de las resistentes simpatías, así como de los relatos, prejuicios y estereotipos compartidos por el grupo social.